Estoy de viaje en Santiago, debo hacer varias horas de espera para retornar al sur, me voy a un bar en Alameda con Umaña comienzo a beber no creo ser un borracho, solo quiero beber para que me ayude a pasar las horas de espera y subir al bus con sueño. De pronto viene a mi mente las borracheras históricas de mi abuelo materno, padre de 11 hijos carpintero en el hospital del Salvador a fin de mes se bebía el sueldo completo con la patota, todos debieron ser iguales. Rompiendose el lomo 30 días y en un par de horas beber y perder el conocimiento junto con el sueldo, llegar a la casa de madrugada con bolsillos y cabeza rota.
Me viene a la mente pues pienso en esta rutina de años y tal vez fue este lugar en el que estoy ahora, una parada obligada en alguna salida loca, la Av Alameda debió ser antes igual que ahora la ruta de la bohemia obrera con bares de distinto precio y calidad. El viejo vivía en Estación Central en un barrio obrero de la década de los cincuentas, Av Aeropuerto con 5 de Abril.
Mi abuela, una vieja implacable con sus nietos, nos corría palos y coscorrones que ni mi madre nos daba, ahora entiendo esa rabia del aguante, esa rabia del desahogo contra cualquier culiao que se le atraviese por el camino. Cocinaba exquisito, la admiraba con unos cuantos fideos y un par de webadas que plantaba en el patio o antejardín preparaba unos almuerzos que nos saciaba, ahora entiendo que la pobre vieja tenía que “inventar comida” para darle a los 11 hijos e hijas con un sueldo que el vino le arrebataba.
Todos bajo tierra hoy incluida mi madre, yo con mi vaso enfrente solo pretendo seguir bebiendo espero no me agarre el viento o los inmigrantes menos afortunados o funados ahora por mi ahora, que acechan los bordes sin luz de la ciudad.