De vuelta al barrio, así me
siento por estos días, en esta temporada y en estas 5 décadas que me arropo,
volví a vivir en Pedro de Valdivia en la subida y la volví a trotar recordando
mis inicios de atleta adolescente.
Cuando era un secundario comencé
en esto del atletismo rápidamente me volví un fanático, llegaba al centro le
encargaba mi bolso a un compañero y vecino, el subía a la micro y yo partía
corriendo, le aseguraba que llegaría antes que él y la micro. Mi amigo se reía
de mi a carcajadas pues decía que corría todo desarmado, en mi mente me veía
volando o como una máquina, desde el centro (Rodríguez con Prat hasta Pedro de
Valdivia con el puente de Gabriela Mistral), todo sudado y con el uniforme como
lechuga llegaba apenas, pocas veces le gane a la micro, solo cuando esta se
llenaba y debía hacer muchas paradas dejando pasajeros, lograba ganarle.
Muchas cosas me enseño el
atletismo, en matemáticas cuando tenia que convertir minutos a segundos y
cálculos con temporalidades en mi mente (65” un giro fácil a la pista), también
las calles, sus nombres y hasta el sentido del transito vehicular, hoy veo en
googlemaps como traza las calles y el recorrido sugerido para un tramo, como yo
aprendí hacerlo en mi mente.
En esa época las corridas por las
calles de la ciudad eran populares, una corrida con 50 atletas era considerada
un éxito total, claro que todos corrían y de verdad “corrían”, cuando comencé a
participar poco y nada entendía, en la largada con el disparo, gripo ó …3,2,
1..partieron! salíamos corriendo como locos, “maratón de presos” decía un
amigo, esos primeros metros te pasaban la cuenta el ultimo kilometro que se
hacía eterno, por las siempre húmedas calles de Temuco. Varias veces perdí
podio por no saber las calles y el recorrido, ingenuamente le preguntaba a mi
rival ¿falta mucho? como 3 cuadras me respondían, ¡giro en la esquina y meta a
la mitad de la cuadra!, siempre de picado encaraba al informador rival que me
remataba con todos esos últimos metros, siempre pillándote despistado “me
confundí en las calles compadre”, eso me obligo a siempre ver los recorridos y
memorizar en mi mente las calles de la ciudad.
También en varias ocasiones
trotaba los circuitos de la ciudad como preparación de las futuras carreras,
esto me enseño la trama y la cuadricula de la ciudad, como la misma lógica se
repetía en otras ciudades de Chile, cosa que en el futuro confirme con el ramo
de urbanismo en la “carrera de Arquitectura”.
Subí la cuesta de Pedro de
Valdivia toda mi secundaria, todos los días me hizo fuerte y ligero, también
creo me volvió luchador, me iba trotando a campos deportes Ñielol, entrenaba y
luego de vuelta trotando, hasta los días que incluían “masacre o lacticidio”
como con los años comenzamos a llamar a los entrenamientos fuertes de los días
clave.
Recuerdo un chiste cruel de una
parodia del Jappening a Checho Hirane donde Eduardo Ravani imitando una rutina
del humorista decía “¿Cuál es la diferencia entre un rico subiendo un cerro y
un pobre? “El rico está trotando” ¿y el
pobre? ¡Se va para la casa! En mi mente subiendo esa cuesta, cansado le peleaba
a los ciclistas, triciclos o carretelas, todos obreros también cansados del
trabajo al hogar y yo de mi faena de corredor.
En el cansancio me imaginaba
desdoblándome y sentado en una maquina como Koyi Kabuto conduciendo a Maziguer
Z o mas simple, como ese conductor del Winkabus en la misma subida con bus
lleno de pasajeros, bolsos, encargos arriba con ese peso monumental, pedal al
fondo el quebrarse de los cambios a la maquina y esa máquina que soy yo.
Todos esos recuerdos me vinieron
hoy cuando vuelvo a subir la cuesta de Pedro de Valdivia “con todo” y hasta me
imagino una carrera por los barrios, todo cambio, yo cambie, todo ese esfuerzo
de atleta, de estudiante, obrero produjeron cambios, pero no quiero perder la
esencia que descubrí subiendo Pedro.